Las manos frías, entumecidas, apenas dejan margen de maniobra a la creatividad.

Golpes secos sobre un macizo congelado.

Al principio, un ritmo tranquilo, buscando mellar con criterio, dar cierta forma que de cierta manera tiene un cierto interes.

Despues, el frío hace mella en las manos descubiertas y los nudillos comienzan a sangrar. Los golpes buscan hundir romper el hielo y conseguir una forma que se parezca a lo que tenemos en mente.

Al final, la batalla contra el hielo y el sol que lo derrite es desesperada. Apenas aciertas a golpear y las muescas de cada golpe estropean lo que habias hecho hasta el momento.

Una absurda carrera por transformar algo que tiene las horas contadas.
Antes o despues será un charco de agua y sangre que emana de tus nudillos abiertos.

Aun así, sigues pegando puñetazos con fé ciega.

Cegada por el dolor del golpe y por el dolor del tiempo que se escapa.